A través de los tiempos se ha recogido en numerosos textos, canciones, obras de teatro, y más recientemente en películas y programas de televisión, el recuentro de historias de amor que iniciaron con lo que se ha llamado “amor a primera vista”.

Tanto se ha hablado de él, que es importante reflexionar acerca de la posibilidad de que tal cosa realmente se dé. Sin lugar a duda, algunas de estas historias tienen un final feliz, así como muchas otras han sido un total fracaso, sin embargo, a pesar de que el resultado sea positivo, este no es suficiente para probar que el amor verdadero puede surgir de una primera mirada, ya que son muchos los factores y circunstancias que influyen en el desenvolvimiento de una relación romántica, sea cual fuese la forma en que esta inicie.

Ahora bien, es importante que al examinar la posibilidad del nacimiento de un amor verdadero en un primer encuentro, lo hagamos a partir de una correcta definición del concepto de amor.

Para ir directamente al grano, considero que el amor a primera vista es imposible; y es imposible porque el amor verdadero no es simplemente una sensación romántica, ni una atracción sexual, tampoco el deseo de casarse con un posible candidato, o la emoción de haber “capturado” a alguien socialmente deseable. Que es a lo que se limitan las emociones que se pueden producir a primera vista, pero, contrarias al verdadero amor, son principalmente de satisfacción personal ya que son motivadas por un deseo de gratificación o complacencia egoísta.

Cuando nos sentimos de las formas antes descritas, no nos hemos enamorado de otra persona, nos hemos enamorado del amor. Y hay una diferencia enorme entre estas dos cosas.  El amor verdadero involucra la expresión de nuestro más profundo aprecio por otro ser humano; es tener un conocimiento muy grande de sus necesidades y anhelos; es generoso, dedicado y comprensivo; y éstas no son actitudes que se producen a primera vista, sino que se desarrollan en el tiempo. 

Realmente, existe una calidad espiritual en el vínculo del amor de dos personalidades únicas, en una relación de compromiso, pero ese vínculo no se produce a primera vista en una noche encantadora, en un lugar lleno de personas.

El amor es una manera especial de sentir, de actuar, de pensar y la mejor forma de entregarnos. Es algo que hay que aprender. Porque el amor ES UNA DECISION INTELIGENTE, es educar emociones. Por el contrario, las emociones que surgen en un primer encuentro a partir de una atracción física o así también coincidencia en intereses, temas u otros aspectos de la vida, las podemos definir como “enamoramiento”.

Para minimizar los posibles efectos negativos del enamoramiento, ya que en algunas ocasiones podría cegar el razonamiento, y en general esto lo hacen todas las emociones impulsivas, se debe trabajar en el manejo y control de ellas a través de la razón y la voluntad; porque cuando la pasión se enciende la razón se apaga.

El amor NO es algo fácil. El amor se cultiva con el tiempo, se forja con paciencia y tolerancia, se desarrolla con perdón. El amor se aprende, es una decisión que hay que cultivar, defender y proteger. El amor es un estilo de vida.

Es usual que el amor se confunda con el sexo. Al sexo se le llama amor y al amor sexo. Sin embargo, el amor lo revela el sufrimiento del respeto, del arte de esperar, la grandeza al dignificar, no un deseo corporal satisfecho.

Hay dos tipos de sufrimiento: el sufrimiento de las consecuencias que pueden llegar a truncar el proyecto de vida de una persona, y el sufrimiento de la espera para el disfrute pleno de la relación en todas las dimensiones del ser, es decir, a nivel físico, psicológico y espiritual. Será decisión propia escoger uno o el otro. Lo cierto es que no hay amor sin sufrimiento, no hay alegría sin dolor, no hay felicidad sin espera.

El amor crece cuando hay negación, porque la semilla a la que no se le otorga cuidado y esfuerzo muere estéril. Ese sufrimiento no es el que produce la traición, el abuso, el egoísmo, el sufrimiento que produce felicidad es el resultado de la espera, es el que hace que el amor crezca, es el sufrimiento que surge de la negación, del deseo de hacerlo bien.

Sin embargo, este sufrimiento de la espera no es algo que se puede eliminar si deseamos amar.

Si lo aceptamos puede producir profundidad en la relación, crecimiento y realización. Puede forjar un amor profundo, que sabe resistir las tempestades emocionales, nos ayuda a conocernos mejor y hace que la amistad crezca. El sufrimiento nos enseña a entregar, a renunciar, y a esperar.

Es este sufrimiento el que nos hace verdaderamente compatibles sexualmente cuando nos casamos, porque nos enseña a esperar, a cuidar y a respetar, porque nos permite darnos cuenta que podíamos llegar más allá de la piel, del perfume agradable y de la apariencia.

El enamoramiento egoísta en el que se usa al otro para nuestra propia complacencia degrada, hace perder la dignidad, es un juego, un instrumento para satisfacer y muere rápidamente dejando huellas que duelen. Realmente considero que quienes buscan las relaciones “express”, “sin compromiso”, la aventura y la conquista rápida, podrían estar reprimiendo sus sentimientos y deseos más profundos. Estas personas no son los más apasionados como se tiende a pensar, sino que al contrario, son calculadoras y frías ya que no se han dado la oportunidad de amar de verdad.

El amor no es algo que se usa y se desecha, el amor nació para quedarse, el amor es para siempre, nunca deja de ser. Cuando lo que hay es un enamoramiento egoísta, se exige, pide, demanda, es impaciente con cualquier cosa que se interponga en su camino y trata de dominar imponiéndose. Sin embargo, el verdadero amor no se impone, ni trata de dominar, procura la LIBERTAD de la otra persona. Busca la realización de quien se ama y eleva su dignidad. Se ama cuando se ha aprendido a entregar y a renunciar, cuando se sabe decir “lo siento” y rectifica la actitud. Cuando se ama se espera, se recapacita, se pide perdón, se entrega y se cede.

Esto produce algo más que un sentimiento pasajero y egoísta, desarrolla carácter que produce amor de verdad.

La mayor prueba del amor, está en el hecho de darle a la otra persona la libertad de decir NO, la oportunidad de decidir y sentirse respetada/o. El amor no lo enseña el sexo, la genitalidad, la aventura. El sexo no proporciona la seguridad de que somos el uno para el otro, sino más bien lo hace la capacidad de respetar, valorar, aceptar, del disfrute del tiempo compartido.

El sexo hace que se pierda la alegría del suspenso; nos roba la oportunidad de conocernos mejor, y hace que todo se centre en el placer. El sexo fuera del vínculo del matrimonio impide la oportunidad de que el amor crezca; y es que el amor no crece a partir del sexo; amor es compartir las esperanzas y las penas, es crecer en confianza, compañerismo, son conversaciones sinceras. El amor es una amistad que crece e inspira seguridad, respeto, ilusión; el amor alimenta los sueños y produce esperanza.

El amor no roba la ilusión, la fortalece. Aun si la relación termina, la amistad puede continuar, porque fue forjada con amor de verdad.

Renunciar a uno mismo para entregarse y amar, es requisito del casado y del soltero. Quien aprende a renunciar a su egoísmo, a su individualidad, jamás experimentará la soledad del egoísta. Quienes no aprenden la importancia de la renuncia siempre se sentirán solos, aunque se hayan casado.

Es cierto que todos y todas tenemos que hacer frente a los sentimientos egoístas que afloran, a esa soledad egocéntrica muchas veces disfrazada de lujuria. Los solteros y los casados debemos tener una vida realizada a pesar de los muchos deseos no realizados. Debemos aprender a morir a nosotros mismos con tal de dar vida al amor, ese amor que se entrega, que se da, con tal de sembrar realización en la persona amada. No hay felicidad sin renuncia y sacrificio. Por eso, Jesús no fue un solterón de 30 años. Era una persona llena, satisfecha, realizada, porque se dio todo él, por amor a la humanidad.

Por lo tanto, la felicidad no es condición del estado civil, es el fruto de la renuncia, de entregarnos a quienes hemos decidido amar.

La espera paciente del disfrute físico con el otro contribuye a transformar la potencia del sexo en amor. La inocencia, y el deseo de lo bueno, desarrolla la capacidad de pagar el precio y hacer un sacrificio por este amor.

El amor se expresa cuando somos capaces de trascender el interés más allá del cuerpo hasta llegar al alma. Transformar la pasión en amor, es navegar en las aguas profundas del verdadero yo, de la belleza interior, es valorar y disfrutar. Es la capacidad de fortalecer la razón y la voluntad, hasta el punto de descubrir los secretos del alma. Es descubrir que sus ilusiones me emocionan y sus tristezas me duelen. Es dejar de lado el egoísmo de la autocomplacencia para amar como Jesús amó.

Cuando usted imprime pureza en la relación, hace que el atractivo crezca y lo dirija al matrimonio, y si la relación termina, se creció en el arte de amar. La humildad, la simpatía, el honor, la capacidad de ser uno mismo, nos conduce a planos inimaginables del verdadero amor, el que es libre, emocionante, el que inspira respeto y deseos de vivir. Si una pareja cede a sus deseos puramente físicos, se pierde el atractivo para ambos, es por esto que, en secreto él desea que ella se resista y ella desea que él no la presione.

Génesis: 2: 25 dice: “y estaban ambos desnudos, Adán y Eva, y no se avergonzaban”. ¿Cuál es la desnudez que no avergüenza?

La que implica estar cara a cara, sin máscaras ni engaños, sin intenciones ocultas. Esta desnudez que no avergüenza, es la que desarrolla la capacidad de mostrarnos tal cual somos y aun así, no avergonzarnos. Por lo que, asegurémonos de establecer relaciones que no avergüencen.

El amor no sólo debe aprenderse; debe protegerse, requiere tiempo, debe cultivarse, crece con límites claros, y es producto de mostrarnos en actos que no avergüenzan. Se protege viviendo conforme a los principios divinos, nunca hay contradicción entre el amor y la voluntad divina. La ruina de una vida inicia en la negación de un valor Bíblico; cuando amamos verdaderamente somos capaces de obedecer, sólo el que obedece es capaz de amar.

Tal como lo vemos en 1 Juan 5:3, el obedecer no es carga, sino que ayuda, no nos limita, sino que nos libera. Una palmada, un por favor, un detente, pueden producir una gran diferencia en términos de realización futura.

Recordemos entonces que el amor es una decisión que hay que proteger, es un arte que hay que cultivar. El amor será más profundo si prevalece el respeto. El amor es la decisión de honrar, proteger, embellecer y cuidar a la persona amada.

El amor no hace nada indebido, no busca lo propio, el amor nunca deja de ser.


Enfoque a la Familia