Radio Armonia http://radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/tags/tag/281 Tue, 30 Apr 2024 18:51:44 -0400 es-es internet@armonia.cl (Web Radio Armonia) Cuando somos perseguidos http://radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/content/article?id=405:cuando-somos-perseguidos http://radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/content/article?id=405:cuando-somos-perseguidos Todos queremos ser respetados, aceptados y amados. En realidad, a nadie le gusta tener conflictos, ni ser atacados injustamente. Sin embargo, la realidad es que vivimos en un mundo donde hay dos fuerzas opuestas —el bien y el mal—, de modo que los conflictos no deben sorprendernos. El apóstol Pablo hablaba por experiencia propia cuando escribió a Timoteo que "todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución" (2 Ti 3.12). Jesús dijo claramente a sus discípulos: "Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán" (Jn 15.20).

A menudo, cuando tratamos de obedecer la guía de Dios, enfrentamos persecución de parte de jefes, maestros, vecinos, compañeros, o incluso de hermanos de la iglesia. A veces, el origen del ataque pueden tomarnos por sorpresa: alguien que creíamos que era nuestro amigo de repente puede cambiar y convertirse en nuestro enemigo. ¿Cómo quiere Dios que reaccionemos ante algo tan doloroso?

He conocido a personas que realmente han sido perseguidas por causa de la justicia de una manera que me admira e inspira. Con los años, Dios me ha enseñado cómo hacer frente a este tipo de cosas.

Un año después de haber llegado a Atlanta como pastor asociado de la Primera Iglesia Bautista, el pastor principal renunció bajo la enorme presión de un grupo que quería que se marchara. Vi suceder esto, y pronto entendí que querían hacer lo mismo conmigo. Decían que yo no tenía la experiencia ni la capacidad para manejar esta iglesia, y que mi predicación los tenía molestos. Querían un club social, no una iglesia.

El grupo quería que me fuera; me acusaron de cosas terribles, tratando de indisponer a todos contra mí. Llevaban a los miembros del comité a comer para convencerlos de que me despidieran.

Día tras día, oraba de rodillas y le decía al Señor lo mucho que lo necesitaba. Sabía que Él me había llamado a estar en esta iglesia, pero sentía como si estuviera librando una batalla perdida. Le decía: "Señor, por lo que veo, simplemente no hay manera de que pueda ser el pastor de esta iglesia". Pero en medio del conflicto —a través de mi dolor y mi confusión— Él me mostró cómo quería que yo respondiera a la persecución. Aprendí cinco cosas que lo cambiaron todo.

Considerar todo lo que se presente como algo que Dios va a usar con un propósito superior (Ro 8.28).
Esto evitará que usted se convierta en una persona resentida, hostil o vengativa. Si el Señor permite que algunas personas le hieran, véalas como un instrumento de Él, porque Dios tiene algo más grande en mente para bendecirle. El control no lo tienen esas personas, sino Dios. Recuerdo que me dijo con claridad: "Yo estoy creando todas las circunstancias para mi gloria, y para tu bien. Tendrás que confiar en mí. No pelees. No te defiendas. Sólo confía en mí". Todavía hoy, esas palabras significan mucho para mí, porque en todo lo que he enfrentado desde entonces, Él ha sido siempre el mismo Padre amoroso y fiel.

En cierto momento, durante una reunión de asuntos de la iglesia, un hombre, que era parte del principal grupo opositor, vino para hablar sobre el "daño" que yo le estaba haciendo a la Primera Iglesia Bautista de Atlanta. Cuando terminó, se cuadró y me golpeó en la mejilla con el dorso de la mano. Una hermana, saltó de su asiento, y le dijo: "¿Cómo te atreves a golpear a mi pastor?" Increíblemente, eso no me molestó porque acababa de leer Isaías 54.17: "Ninguna arma forjada contra ti prosperará". Resultó ser lo mejor que pudo haber pasado, porque reveló cuán fuera de control estaban las personas que me odiaban. Aunque hubo más oposición que tuve que enfrentar después, ese grupo se marchó apenas diez días después.

Mantener el enfoque en el Señor, pase lo que pase.
Si no lo hace, reaccionará negativamente. Si usted permanece centrado en Dios, las cosas que Satanás utiliza para distraer su atención no tendrán el poder de paralizarle. Ya no escuchará las voces falsas o acusadoras a su alrededor. En Isaías 41.10, Dios nos asegura: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes". Satanás intensificará la oposición porque quiere que usted piense que la situación es peor de lo que es en realidad.

Cada domingo, cuando venía a la iglesia, sabía que había unas 300 personas que querían librarse de mí. Una mañana, alguien llenó el santuario con panfletos que hablaban mal de mí. Por tanto, fui directamente a orar, caí sobre mi rostro, clamé a Dios, y centré mi atención en Él. Por extraño que parezca, cuando volví al santuario sentía que todo el mundo me amaba. Toda la animosidad fue borrada por el amor del Padre celestial; no importa lo que dijeran o hicieran mis atacantes, no sentía ningún resentimiento o temor. El Señor me había cubierto por completo.

Un domingo, vine al servicio matutino sin un sermón. Yo había planificado el mensaje para el servicio de la noche, pero cuando empecé a preparar el de la mañana, sentí que Dios me decía que lo echara a la basura, y que sólo me concentrara en Él. De modo que no tenía nada preparado, y todos mis "enemigos" estaban allí sentados, esperando atraparme. Tomé la Biblia, y Dios me guió a Proverbios 3.5: "Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia". Me concentré en el pasaje, y durante 40 minutos las palabras salieron de mí como un torrente. Era como si el Espíritu Santo se hubiera apoderado de mi persona. Cuando di la invitación al final, hubo personas que se marcharon, y otras que pasaron al frente para ser salvas o unirse a la iglesia.

Más tarde, mis opositores me acusaron de "lanzar una bomba atómica" con mi sermón. Todo lo que pude pensar fue: "¡Échenle la culpa a Dios!" Ese sermón que Él me dio, movió a la gente a apoyarme. Si no hubiera puesto mi mente en el Señor semana tras semana, eso no habría ocurrido. No podría haberlo hecho; habría estado muerto de miedo de pararme al frente sin tener un sermón.

Confiar en el poder de Dios por completo.
Los conflictos, la persecución y la guerra espiritual pueden consumir sus energías físicas, emocionales y espirituales. Usted se va a la cama pensando en ello. Sus "enemigos" saben que tiene debilidades, por lo que estarán pendientes de la primera y más pequeña señal de miedo. Cuando la vean, vendrán contra usted como un rebaño de ganado en estampida. Usted puede estar perfectamente en lo correcto, pero la presión puede hacer que dude del poder de Dios en su vida. Es allí cuando el enemigo comenzará a atormentarle, diciendo: "Dios no va a protegerte. ¡Estás solo!" Usted tiene que rechazar esa clase de pensamientos, y abrazarse al poder de Dios.

En ese momento de mi vida, sentía que no tenía a nadie sino a Dios. No sabía quiénes eran mis amigos, porque éstos parecían cambiar cada semana. Pero el Señor me enseñó que dependía absolutamente de Él, y que lo único que yo podía hacer era confiar en su poder. En el Salmo 28.7, el Rey David reconoce al Señor como la única fuente de su fortaleza, y la única defensa que necesitaba frente a los ataques feroces. De nuevo, en el Salmo 61.2-4, este guerrero expresa su total dependencia: "Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo, porque tú has sido mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo. Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; estaré seguro bajo la cubierta de tus alas".

Reconocer que se está librando una batalla espiritual.
Es importante entender la naturaleza de la batalla en que se está. Haga un inventario de la situación, y pregúntese:
¿Tendrá esta batalla algún efecto sobre la obra de Dios?
¿Estoy en el lugar donde el Señor me quiere, haciendo el trabajo que Él quiere que haga?
¿Es bíblica mi posición, y estoy haciendo realmente algo que Dios me ha llamado a hacer? ¿O mi objetivo principal está basado más bien en mi opinión o preferencia personales?
¿Qué está en juego si abandono la lucha o me mantengo en ella —si "gano" o "pierdo"?
¿Cómo se verán afectados otros por mi respuesta a esta persecución?… ¿o por su resultado final?
¿Voy a ser yo glorificado en esto, o toda la gloria será para Dios?

A veces, "ganar" no significa correr a alguien. Es, más bien, ser capaz de resistir y seguir avanzando, sin defenderse, atacar o procurar vengarse. Muchas veces, ganar es simplemente mantenerse firme (incluso en silencio si es necesario) para reforzar el testimonio de Dios. Pablo dijo a los creyentes: "Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne" (Ef 6.10-12). No dijo: "¡Lancen un ataque contra sus enemigos!", sino "estad firmes". El Señor es el que libra la batalla; a usted le corresponde estar firme. Por supuesto, debe tener cuidado de no manipular las circunstancias. Pero si está realmente en el lugar donde Dios le ha llamado, entonces no se dé por vencido —cueste lo que cueste.

Antes de que tuviéramos el radar y otras tecnologías de la comunicación, los marineros tenían poca o ninguna advertencia en cuanto a cuándo se avecinaba una tormenta. Pero cuando encontraban mal tiempo se ataban al mástil de la nave, para que las olas que inundaban la cubierta no los arrojaran al mar. Este es un ejemplo perfecto de lo que Dios quiere que hagamos en medio de una batalla espiritual. Cuando estamos unidos a Él firmemente, decididos a no ser movidos hasta que pase la tormenta, desarrollamos tal unidad con el Señor, que Él tiene completa libertad para actuar como le plazca. No tenemos que tener miedo. Más bien, confiar en el Señor, creyendo que Él está haciendo, en verdad, algo fantástico. Recuerde que no tenemos que luchar con nuestras propias fuerzas. Dios dice: "No te desampararé, ni te dejaré" (He 13.5).

Confíe en que saldrá victorioso.
Podemos confiar en que ganaremos todas las batallas que Dios permite en nuestras vidas, por su absoluta soberanía, no por nuestra fortaleza, sabiduría o experiencia. Porque Él es soberano y Él tiene todo en perfecto control. Si usted elige creer que es una víctima de las personas y de las circunstancias, está diciendo, en realidad, que ellas tienen más control sobre su vida que Dios. Pero si está caminando en obediencia con el Señor, todo lo que Él permite será, al final, para bien suyo y para gloria de Él (Ro 8.28).

Cuando Pablo escribió: "Somos más que vencedores", implicaba que cuando salimos de la batalla, tenemos más de lo que teníamos antes de entrar en ella (Ro 8.37). Ahora tenemos una mayor comprensión de Dios, de su gracia y de sus caminos, sabiendo que nada puede alterar su omnipotencia, su sabiduría absoluta, o su amor (vv. 26-39). Cuando usted llega a esa conclusión, y la cree de verdad, se vuelve plenamente libre. Si cree que el Señor es soberano, y se ha consagrado a Él, ¿por qué preocuparse? Nada podrá dañarnos, si Él no lo permite.

Es por eso que podemos "ganar", aunque el mundo piense que estamos derrotados. El mundo nos dice que manipulemos las circunstancias, o que huyamos. Pero nuestra responsabilidad es, obedecer y confiar en que nuestro maravilloso, amoroso y soberano Padre celestial cuidará de nosotros.

Día tras día, oraba de rodillas y le decía al Señor lo mucho que lo necesitaba.


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Mon, 15 May 2017 10:25:00 -0400
Hay poder en la oración http://radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/content/article?id=391:hay-poder-en-la-oracion http://radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/content/article?id=391:hay-poder-en-la-oracion No somos los dueños de nuestro destino, ni individualmente, ni como nación. ¿Cómo podemos jactarnos de controlar nuestro destino cuando un virus puede paralizar a decenas de miles? ¿Cómo puede nuestro país insistir en que nosotros, con nuestro poderío militar, nuestra tremenda riqueza y nuestras alianzas con otros países, somos los dueños de nuestro propio destino, cuando la historia demuestra que Dios fue quien diseñó el curso de esta nación?

Estamos atrapados en una corriente de la historia que no podemos controlar. Hay un solo poder que puede cambiar el curso de la historia, y es el poder de la oración: la oración de hombres y mujeres que creen en Cristo y reverencian a Dios.

Pero hoy, hemos llegado a un punto en que muchas personas consideran que la oración es una mera formalidad. No tenemos el sentido de buscar ese acercamiento con Dios, sino, más bien, de cumplir una tradición venerable. Pero ¿cómo podemos seguir adelante si no hacemos un nuevo énfasis en la oración?

Miles de personas oran solo en tiempos de gran tensión, peligro o incertidumbre. Cristo les enseñó a sus seguidores que oraran siempre. Tan fervientes y tan directas eran las oraciones de Jesús que una vez, cuando Él había terminado de orar, sus seguidores se acercaron a Él y le dijeron: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1).

De tapa a tapa de la Biblia se encuentran relatos de personas cuyas oraciones fueron contestadas; personas que cambiaron la dirección de la historia por medio de la oración; personas que oraron fervientemente, y Dios contestó. Abraham oró, y mientras él oró, Dios no destruyó la ciudad de Sodoma, donde vivía Lot, el sobrino de Abraham.

Ezequías oró cuando su ciudad era amenazada por el ejército invasor de los asirios comandado por Senaquerib. Todo el ejército de Senaquerib fue destruido y la nación fue librada por una generación más... porque el rey había orado.

Elías oró, y Dios envió fuego del cielo para consumir la ofrenda del altar que él había construido en presencia de los enemigos del Señor. Eliseo oró, y el hijo de la sunamita resucitó de los muertos. Jesús oró junto a la entrada de la tumba de Lázaro, y el que había estado muerto durante cuatro días salió, vivo. El ladrón crucificado oró, y Jesús le aseguró que iba a estar con Él en el paraíso. Pablo oró, y nacieron iglesias en Asia Menor y en Europa. Pedro oró, y Dorcas resucitó para poder servir a Jesucristo varios años más.

John Wesley oró, y llegó el avivamiento a Inglaterra. Jonathan Edwards oró, y llegó el avivamiento a Northampton, Massachusetts (EUA), y miles de personas se sumaron a las iglesias. La historia ha cambiado una y otra vez a causa de la oración, y puede cambiar de nuevo si hay personas que se ponen de rodillas y oran con fe.

¡Qué cosa gloriosa sería si millones de nosotros hiciéramos uso del privilegio de orar! Jesucristo murió para hacer que esta comunión y esta comunicación con el Padre fueran posibles. Él nos dijo que hay gozo en el cielo cuando un pecador se aparta del pecado para buscar a Dios y susurra la sencilla oración: “Dios, ten misericordia de mí, que soy pecador”.

Cuando los discípulos fueron a ver a Jesús y le pidieron que les enseñara a orar, el Salvador respondió dándoles la petición modelo: el Padrenuestro. No obstante, eso solo fue parte de su sagrada instrucción. Hay decenas de pasajes en que Jesucristo ofrece otras indicaciones, y dado que Él practicaba lo que predicaba, toda su vida fue una serie de lecciones sobre la oración constante. Jesús tuvo solo tres años de ministerio público, pero nunca estaba demasiado apurado para pasar horas orando.

A diferencia de Él, ¡cuán poco tiempo y con cuán poca intensidad oramos nosotros! Cada mañana, recitamos a las apuradas partes de versículos que aprendimos de memoria y nos despedimos de Dios por el resto del día, hasta que nuevamente a las corridas le enviamos algunas peticiones finales por la noche. Este no es el programa de oración que Jesús diseñó. Jesús rogaba durante mucho tiempo y en repetidas ocasiones. Está escrito que pasaba noches enteras suplicando fervorosamente. Pero ¡qué poca perseverancia, qué poca persistencia demostramos nosotros en nuestros ruegos!

La Biblia dice: “Oren sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). Este debería ser el lema de todo seguidor de Cristo Jesús. Nunca deje de orar, por oscuro y desesperante que parezca su caso. Una mujer me escribió cierta vez para contarme que había estado rogando durante diez años para que su esposo se convirtiera, pero él estaba más endurecido que nunca. Le aconsejé que continuara orando. Tiempo después, volví a tener noticias de ella. Me contó que su esposo se había convertido gloriosa y milagrosamente cuando ya hacía once años que ella estaba orando. ¡Imagine si ella hubiera dejado de orar a los diez años!

Con frecuencia, nuestro Señor oraba solo, apartado de toda distracción terrenal. Quisiera instarle a que elija una habitación o un rincón de su casa donde pueda encontrarse con regularidad con el Señor. Esa oración callada, escondida, en la que el alma se encuentra con Dios acercándose a su presencia puede ser la bendición más grande para usted.

Cuando observamos la vida de oración de Jesús, notamos la intensidad con que Él oraba. El Nuevo Testamento dice que, en Getsemaní, Él clamó a gran voz; que en la intensidad de su súplica, cayó de bruces en el terreno húmedo del huerto; que rogó hasta que su sudor era “como gotas de sangre” (Lucas 22: 44).

Muchas veces, hacemos peticiones mezquinas, ejercicios de oratoria, usando palabras de otros, en lugar clamar desde lo más profundo de nuestro ser. Muchas veces, cuando vamos a orar, nuestros pensamientos divagan. Insultamos a Dios al hablarle con nuestros labios mientras nuestro corazón está lejos de Él. Supongamos que estamos hablando con una persona muy importante; ¿permitiríamos que nuestros pensamientos divaguen por un instante, acaso? No; estaríamos profundamente interesados en todo lo que se diga en esos momentos. ¿Cómo, entonces, nos atrevemos a tratar con menos respeto al Rey de reyes?

Jesús nos enseña por quién debemos interceder. ¡Cuán sorprendentes son sus instrucciones, y su ejemplo! Nos dice: “Oren por quienes los ultrajan y los persiguen” (Mateo 5:44). Debemos rogar por nuestros enemigos y pedir a Dios que los lleve a Cristo y, por Él, los perdone.

Las primeras palabras que Jesús pronunció desde la cruz, después que los gruesos clavos habían atravesado sus manos y sus pies, fueron de intercesión por quienes lo habían crucificado: “–Padre –dijo Jesús–, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). ¿Cuántos de nosotros hemos pasado algún tiempo orando por nuestros enemigos?

También nos dice la Biblia que oremos por la conversión de los pecadores. Cierta vez, escuché un intercambio de ideas entre algunos líderes sobre cómo comunicar el evangelio. Ni una sola vez mencionaron la oración Pero sé que hay decenas de iglesias que tienen muchas conversiones todos los años, solo como respuesta a la oración. Si hay una persona conocida nuestra que necesita a Cristo en su vida, debemos comenzar a orar por ella. Nos sorprenderemos al ver cómo Dios comienza a obrar.

Una lección más que Jesús enseña es la victoriosa seguridad de que Dios responde toda petición sincera. Los escépticos pueden cuestionarlo, negarlo o burlarse. Pero Cristo mismo hizo esta promesa: “Si ustedes creen, recibirán todo lo que pidan en oración” (Mateo 21:22). Debemos confiar en esa promesa. Nuestro Padre es dueño de todo, y Él “les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).

Dios puede derrotar a cada uno de los enemigos de su alma y defenderlo a usted de todo peligro. Nada es imposible para Él. No hay tarea demasiado ardua, no hay problema demasiado difícil, no hay ninguna carga demasiado pesada para el amor de Dios. Él conoce completamente el futuro, con sus miedos y sus incertidumbres. Acuda a Él y diga, junto con Job: “Mas él conoce mi camino; me probará, y saldré como oro” (Job 23:10, RV60).

No ponga su voluntad por encima de la voluntad de Dios. No insista en hacer las cosas a su manera. No le diga a Dios lo que tiene que hacer. Más bien, aprenda la difícil lección de orar como oró el mismísimo Hijo de Dios sin pecado: “No se cumpla mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

Muchos de ustedes nunca han llegado a conocer a Jesucristo como para orar en su nombre. La Biblia dice que el único mediador entre Dios y el hombre es Jesucristo. Usted debe conocerlo, y debe orar en su nombre. Así, sus oraciones serán dirigidas conforme a la voluntad de Dios.

Si no sabe cómo orar, comience ahora mismo diciendo: “Dios, ten misericordia de mí, que soy pecador”. Pídale a Dios que perdone todo su pecado, transforme su vida y lo convierta en una persona nueva. Él puede hacerlo hoy mismo como respuesta a una sencilla oración.


Asociación Billy Graham



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Thu, 02 Oct 2014 17:24:25 -0300
La Soberanía de Dios http://radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/content/article?id=266:la-soberania-de-dios http://radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/content/article?id=266:la-soberania-de-dios Por la soberanía de Dios somos capaces de elegir y tomar decisiones que moldean nuestras vidas, para bien o para mal. Necesitamos someter nuestra vida de manera que concuerden con Su santa voluntad, para que nos vaya bien. Es la lógica de su diseño. Soberanía divina significa que Dios es Aquel que se sienta en el Trono del universo.

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Fri, 04 Apr 2014 15:41:29 -0300
Testifique con el Poder de Dios http://radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/content/article?id=328:testifique-con-el-poder-de-dios http://radioarmonia.cl/inicio/index.php/component/content/article?id=328:testifique-con-el-poder-de-dios Recuerdo que en 1953, al principio de nuestro ministerio, estuve predicando en Dallas, Texas. Asistían casi cuarenta mil personas a cada reunión, pero una noche sólo un grupito respondió al llamado para recibir a Cristo. Dejé la plataforma desalentado. Allí estaba un comerciante alemán, un verdadero hombre de Dios, que me abrazó y me dijo: “Billy, ¿sabes lo que anduvo mal esta noche? No predicaste la cruz.”

La noche siguente prediqué sobre la sangre de Cristo, y una multitud enorme aceptó a Cristo como Salvador. Cuando proclamamos el evangelio de Cristo, cuando predicamos a Cristo crucificado y resucitado, hay un poder inherente al mensaje.

Quienes proclaman el evangelio necesitan comprender, como lo subrayó Pablo, que el hombre natural no puede aceptar la verdad de Cristo mediante el razonamiento y la lógica porque hay un velo sobre él. Es un velo sobrenatural que sólo puede ser traspasado por el Espíritu Santo.

Cuando Pablo fue a Corinto, dijo: “Pues me propuse no saber a Jesucristo, y a éste crucificado.” De esa manera él resumía su mensaje a los corintios.

¿Por qué semejante afirmación? Pablo sabía que la cruz y la resurrección tienen su propio poder comunicativo. El sabía que el Espiritu Santo toma el sencillo mensaje de la cruz, con su mensaje de amor y gracia redentora, y le infunde autoridad.

La realidad gloriosa es que el Espíritu Santo toma el mensaje, no importa cuán débil o sencillo sea, y lo trasmite a la mente y al corazón. Es la acción sobrenatural del Espíritu de Dios que quiebra los obstáculos. El Espíritu Santo es el que da el mensaje. Cuando estoy ante mis oyentes, puedo confiar en que el Espíritu Santo toque las cuerdas sensibles del alma de los que escuchan el mensaje.

En primer lugar, sé que las necesidades de la vida no son totalmente satisfechas por el progreso social ni por la abundancia material. Eso es cierto en cualquier parte del mundo. Jesús dijo que: “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. Algunas de las personas más desconsoladas que conozco son millonarias.

En segundo lugar, sé que hay un vacío inherente a cada vida sin Cristo. Millones de personas claman por algo que llene ese vacío, pero nada parece satisfacerlas. El dinero no satisface y las experiencias sensuales tampoco. ¿Qué busca la gente? La gente busca a Dios porque sólo Dios satisface.

He Hablado en muchas universidades del mundo. He oído el grito lastimero de jóvenes que están intelectual, psicológica y espiritualmente perdidos. Están buscando algo que no saben lo que es.

Le pregunté al presidente de una universidad: “¿Cuál es las mayor necesidad que usted cree que tengan aquí los estudiantes?” El me contestó: “Entrega. Necesitan entregarse a algo, porque muchos no se sienten compromietidos con nada.” Ellos buscan algo. Hay un vacío en cada vida que sólo. Dios puede llenar. Cuando proclamamos el evangelio, hablamos directamente a ese vacío que hay en cada corazón, y que únicamente Jesucristo puede llenar.

En tercer lugar, sé que hay mucha gente ansiosa de compañia. Tengo un amigo que es psicólogo y teólogo en una universidad norteamericana. Un día le pregunté: “¿Cuál es el mayor problema de los pacientes que acuden a ti por ayuda?” Pensó por un instante y luego respondió: “La soledad. Y cuando usted investiga, descubre que ansían la compañia de Dios.” Hay un anhelo profundo por Dios porque el hombre está separado de su Creador.

En cuarto lugar, sé que la gente tiene un sentimiento de culpa que es devastador. El director de un hospital psiquíatrico e dijo: “Podría darle de alta a la mitad de mis pacientes si pudiera encontrar una manera de librarlos de sus sentimientos de culpa.”

Eso es precisamente lo que hace el mensaje de la cruz. Cuando hablamos de Cristo, estamos tocando de modo directo el problema irritante y deprimente de la culpa. Sólo Cristo puede dar perdón y alivio.

En quinto lugar, sé que hay un temor universitaria informó que aunque los jóvenes piensan en el sexo más que en cualquier otro asunto, la segunda cosa en que más piensan es en la muerte. Nuestro Señor vino a invalidar la muerte en su propia muerte y resurrección. El hizo que tres cosas quedaran inoperantes para la persona que entrega su vida a Jesucristo: el pecado, la muerte y el infierno. ¡Qué mensaje para darlo a los que se preocupan con la muerte!

Una vez en mi vida luché con mis dudas en cuanto a creer que la Biblia es al autorizada Palabra de Dios. Fui a una montaña y pus mi Biblia sobre la cepa de un árbol. Luego oré: “¡Oh Señor, no entiendo todo lo que dice este libro! Pero lo acepto como tu Palabra por medio de la fe.” Mediante la fe acepté la Biblia como la Palabra del Dios viviente, y no he vuelto a dudar desde entonces.

Cuando cito las Escrituras, sé que estoy citando la Palabra de Dios. Es el mensaje autorizado de Dios para nosotros. Es el Libro infalible.

Necesitamos saturarnos de la Palabra de Dios y de la oración. Una razón por la cual la gente escuchaba a Jesús es que El hablaba con autoridad.

Un pastor lebrar un culto dominical para niños a las ocho y treinta de la mañana. Empleaba palabras sencillas, ilustrando su mensaje con representaciones gráficas. Casi un año más tarde asistían al culto dominical de niños más personas mayores que al culto regular de las diez y treinta porque podían entender mejor lo que decía el pastor. A la gente le gusta le sencillez. Creo que ese fue uno de los secretos de nuestro Señor. La gente del pueblo lo oía con gozo. El hablaba el idioma del pueblo.

Trasmitamos el evangelio mediante nuestro amor por los demás. Jesús dijo: “E esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” ¿Ama usted de veras a los demás? ¿Se lo demuestra? ¿Perciben ellos su compasión?

Uno de nuestros evangelistas asociados estaba predicando en una universidad. Trataba de ganar a los estudiantes para Cristo, pero había una reacción hostil. Sobre todo una muchacha mostraba su hostilidad. Después de la disertación, ella se acercó al evangelista y le dijo: “No creo nada de lo que dice.” El le dijo: “Siento que no esté de acuerdo conmigo, ¿pero le molestaría que orara por usted?” Ella respondió: “Nadie ha orado por mí nunca, y supongo que eso no me haga daño.”

El inclinó la cabeza y comenzó a orar. Ella permaneció mirando al frente, pero de repente notó que, mientras él oraba, le corrían las lágrimas por las mejillas. Cuando él abrió los ojos, ella estaba llorando. Entonces le dijo al evangelista: “Nadie había derramado una lágrima por mí en toda mi vida.” Luego se sentó en el banco y aceptó a Cristo como su Salvador.

¿Cuántos hemos amado tanto a otros que hayamos derramado lágrimas por ellos?

En el amor que demostremos por los demás está implicado un mandamiento social de las Escrituras. Contemple al Señor. El tocó al leproso. ¿Puede imaginarse cómo se sintió el leproso al ser tocado? El leproso tenía que ir por todas partes pregonando: “¡Inmundo! ¡Inmundo!” Entonces Jesús lo tóco.

Jesús estaba enseñando mediante el ejemplo, así como por medio de preceptos, que tenemos responsabilidad con los oprimidos, los enfermos y los pobres. A veces la mejor manera de acercarnos a ellos es tocarlos con nuestra compasión. Sí, debemos amar a la gente y tener una compasiva preocupación de la gente; nosotros debemos tener compasión también.

Los que más profundamente han influido en mi vida no han sido los grandes oradores ni loe predicadores elocuentes, sino los hombres y mujeres santos que Dios puso en mi camino. El apóstol Pablo dijo: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre.” Debemos tomar eso en serio. Debemos ir al mundo en el nombre de Señor Jesucristo.


Asociación Billy Graham

 

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Wed, 18 Jun 2014 19:01:22 -0400